
Estás disfrutando Carboneras. Has visto la cabalgata, te has montado en las camas elásticas por primera vez, has comido churros y bailado con la banda municipal.
Todo lo disfrutas como debe hacerse: ensanchando el alma.
Entiendes todo lo que te digo y te haces entender. Solo mamá y yo comprendemos tu vocabulario, y eso me encanta.
Ahora el lenguaje es solo nuestro. Me dices «papa ayuamé», «espera yo» o que te ha picado «nuo bisho».
Nada me pone más contento que escuchar un grito de «papiiii» desde la terraza.
No quieres salir del agua, te encanta el mar. No tanto la arena. Ayer encontraste tu primera concha en la playa, la guardaste en el camión de los bomberos. Ese es ahora mismo tu único escondite para lo importante.
Mientras todo esto pasa, tu madre y yo te robamos todos los besos y abrazos que podemos (cada vez hay menos robo y más donación, por suerte). Nos miramos y comentamos tus ocurrencias, las que casi te abren la cabeza y las que te puedes permitir.