Papá, cuéntame otra vez


Ya has cumplido 2 años. 26 meses, en concreto.
Se acabó lo de observar, ahora pasas a la acción. Ya no solo escuchas, también hablas. En una semana en Benidorm has pasado de bebé que atiende a niño que manda.

Quieres que te diga qué es cada cosa, para qué sirve. Buscas entender lo que te rodea, no solo percibirlo. Y confirmar lo que ya sabes. Me pides que te asegure si lo que ves es un avión o un píopío, si debes asustarte o si está todo bien.
Y yo no ignoro ninguna de tus dudas. Te respondo y atiendo aunque haya otro adulto molestando nuestra atención.

Repites las palabras, las haces tuyas. Observas y copias. Papá y mamá ya deben aparcar la ironía y el chiste, porque tú solo entiendes las literalidades.
Te encanta escuchar a Coti, o bailar conmigo este temazo al salir del baño. Quieres correr y estar con otros niños. Eres popular en el cole, los amigos vienen a saludarte cuando entras.

Eres un niño muy feliz, y nosotros contigo. Tu madre no consigue pensar o hablar en otra cosa. Yo la acompaño en el repaso de tu día, porque es precioso presenciar tu vínculo con ella.

Están siendo meses perfectos. Siempre estás sano, sonríes y descubres.
Yo intento no precipitarme, vivir el momento. Pero siento que ya se acerca la oportunidad de empezar a compartirte mi visión del mundo.

No queda mucho para intentar enseñarte el valor de la justicia, la solidaridad, la disciplina o el amor. A pequeña escala, con gestos. Pero construyendo unos cimientos que te hagan ser una persona sana, íntegra, feliz y que se quiere.

Mientras tanto, me quedo satisfecho con mi día si te he visto reir. Iluminas el alma de cualquiera cuando enseñas los dientecitos. Ensanchas el estómago con tu mirada irónica, de refilón. Como si fueras ya un adulto.

Ser tu padre no es una responsabilidad. Es un privilegio. Un lujo. Una oportunidad. Una bendición. Un reto.